Ayer os comentábamos el último desvarío de quienes intentan cortar los lazos de la democracia en la red. Un software para controlar, para “militarizar” lo que se dice, quién lo dice y cómo se dice en la red. No sólo eso, el día de ayer dio para mucho, y casi todo malo. En un sólo día nos enterábamos de lo siguiente: en Estados Unidos se ponía la primera piedra para aumentar la censura, una propuesta en el Congreso con la que perseguir y enjuiciar el uso del streaming como delito. Además, se cerraba la web de foros españolas exvagos.es, una persecución que realmente comenzó en noviembre del año pasado, cuando Estados Unidos decidió “apretar” contra todos los alojamientos que colgaran contenidos con derechos de autor. Como colofón, y desde el mismo país, se sabía de otro software dirigido para controlar las redes sociales.
Viajamos a Europa. Actualmente, la Unión Europea espera al próximo mes de mayo para la resolución de las nuevas normas de seguridad en la red. Se trata de un movimiento que busca reforzar la seguridad en el usuario, una aplicación que supondrá que la navegación, tal y como la conocemos hoy, variará. Ni mejor ni peor, simplemente el usuario podrá adoptar medidas de seguridad ante el envío de publicidad masiva. ¿El fin de las cookies? Se verá con el tiempo, pero esta medida invita a pensar que las startups europeas perderán terreno frente al resto en su propio territorio, ya que la medida sólo tendrá jurisdicción en aquellas compañías cuyo origen se encuentra en Europa.
De las revueltas en el mundo árabe hemos hablado mucho últimamente y casi todo apunta a que las herramientas que nos ofrece la web han ayudado al levantamiento de los pueblos. La mal llamada revolución de la red, es una revolución de la gente a la que las nuevas tecnologías les han permitido estar conectados, informarse y organizarse. Es evidente que esta idea no gusta, y no hay más que mirar al pasado reciente y los intentos de corte de Internet en Egipto o en Libia o las propuestas en Estados Unidos del llamado ‘Kiil Switch’ (poder para que el presidente corte la conexión bajo amenaza), para pensar que las redes, tal y como las conocemos hoy, no gustan. En primer lugar porque los gobiernos no las pueden controlar y en segundo lugar porque hay que buscarle “beneficios” a la nueva comunidad.
En el Reino Unido también se debate estos días sobre la posibilidad de una Internet con dos velocidades. En este caso, el agravante es claro. Se trata de que los proveedores tengan dos “ofertas”, una para el ciudadano normal, y otra dirigida a las grandes compañías que “juegan” en la red. Diferencias: La “nuestra” será más lenta y más barata. La “otra” tendrá un ancho de banda enorme donde las compañías puedan manejar muchos datos. ¿Dónde está la trampa? Principalmente, lo que se critica es que este poder podría implicar ralentización a unos y priorización a otros, dependiendo de los contratos o la relación que tenga un proveedor con ciertas empresas.
Esta es más o menos la situación actual de la red y los debates más calientes. Existen otros, conocemos la Ley Hadopi o La Ley Sinde, pero ambas son derivadas, su origen surge de la necesidad de controlar y de la presión de los lobbies. Existen y existirán, pero son parches mínimos en comparación con las ideas y propuestas de los “grandes”.
La llegada de nuevos actores como WikiLeaks o los mismos Anonymous arrojan aún más incertidumbre y casi parece que existe una mayor celeridad en concretar un nuevo orden en la red.
Quizá todo se deba a que la propia Internet es un derivado de los grandes monopolios de siempre. Internet ha recogido lo mejor de la música, el cine o la literatura y lo ha transformado. La Industria en cambio no ha modificado, sigue en la misma línea, casi no ha cambiado. A los medios de comunicación les ha ocurrido algo parecido. Ayer nos enterábamos de que el prestigioso New York Times apostaba finalmente por los contenidos de pago ¿se equivoca? El tiempo lo dirá, pero como decían mis compañeros Pepe o Eduardo, en una sociedad, la digital, donde si no eres visible nadie te ve, el movimiento se antoja arriesgado.
Ese mismo concepto, el de invisibilidad, es el que parece que quieren. Mientras menos ruido haya, mientras más insignificantes seamos, todo podrá seguir como antes. Por todo esto, el concepto de neutralidad en la red parece cada vez más una utopía, y la Internet, tal y como la conocemos hoy, una idea del pasado.
Fuente: http://alt1040.com/2011/03/nos-quieren-quitar-internet
Viajamos a Europa. Actualmente, la Unión Europea espera al próximo mes de mayo para la resolución de las nuevas normas de seguridad en la red. Se trata de un movimiento que busca reforzar la seguridad en el usuario, una aplicación que supondrá que la navegación, tal y como la conocemos hoy, variará. Ni mejor ni peor, simplemente el usuario podrá adoptar medidas de seguridad ante el envío de publicidad masiva. ¿El fin de las cookies? Se verá con el tiempo, pero esta medida invita a pensar que las startups europeas perderán terreno frente al resto en su propio territorio, ya que la medida sólo tendrá jurisdicción en aquellas compañías cuyo origen se encuentra en Europa.
De las revueltas en el mundo árabe hemos hablado mucho últimamente y casi todo apunta a que las herramientas que nos ofrece la web han ayudado al levantamiento de los pueblos. La mal llamada revolución de la red, es una revolución de la gente a la que las nuevas tecnologías les han permitido estar conectados, informarse y organizarse. Es evidente que esta idea no gusta, y no hay más que mirar al pasado reciente y los intentos de corte de Internet en Egipto o en Libia o las propuestas en Estados Unidos del llamado ‘Kiil Switch’ (poder para que el presidente corte la conexión bajo amenaza), para pensar que las redes, tal y como las conocemos hoy, no gustan. En primer lugar porque los gobiernos no las pueden controlar y en segundo lugar porque hay que buscarle “beneficios” a la nueva comunidad.
En el Reino Unido también se debate estos días sobre la posibilidad de una Internet con dos velocidades. En este caso, el agravante es claro. Se trata de que los proveedores tengan dos “ofertas”, una para el ciudadano normal, y otra dirigida a las grandes compañías que “juegan” en la red. Diferencias: La “nuestra” será más lenta y más barata. La “otra” tendrá un ancho de banda enorme donde las compañías puedan manejar muchos datos. ¿Dónde está la trampa? Principalmente, lo que se critica es que este poder podría implicar ralentización a unos y priorización a otros, dependiendo de los contratos o la relación que tenga un proveedor con ciertas empresas.
Esta es más o menos la situación actual de la red y los debates más calientes. Existen otros, conocemos la Ley Hadopi o La Ley Sinde, pero ambas son derivadas, su origen surge de la necesidad de controlar y de la presión de los lobbies. Existen y existirán, pero son parches mínimos en comparación con las ideas y propuestas de los “grandes”.
La llegada de nuevos actores como WikiLeaks o los mismos Anonymous arrojan aún más incertidumbre y casi parece que existe una mayor celeridad en concretar un nuevo orden en la red.
Quizá todo se deba a que la propia Internet es un derivado de los grandes monopolios de siempre. Internet ha recogido lo mejor de la música, el cine o la literatura y lo ha transformado. La Industria en cambio no ha modificado, sigue en la misma línea, casi no ha cambiado. A los medios de comunicación les ha ocurrido algo parecido. Ayer nos enterábamos de que el prestigioso New York Times apostaba finalmente por los contenidos de pago ¿se equivoca? El tiempo lo dirá, pero como decían mis compañeros Pepe o Eduardo, en una sociedad, la digital, donde si no eres visible nadie te ve, el movimiento se antoja arriesgado.
Ese mismo concepto, el de invisibilidad, es el que parece que quieren. Mientras menos ruido haya, mientras más insignificantes seamos, todo podrá seguir como antes. Por todo esto, el concepto de neutralidad en la red parece cada vez más una utopía, y la Internet, tal y como la conocemos hoy, una idea del pasado.
Fuente: http://alt1040.com/2011/03/nos-quieren-quitar-internet
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